sábado, 28 de junio de 2008

Ofelia - Arthur Rimbaud

(John Everett Millais, Ophelia, 1851-1852)


OFELIA

I
En las aguas profundas que acunan las estrellas,
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos...
cuando tocan a muerte en el bosque lejano.

Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
pasa, fantasma blanco por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
murmura su tonada en el aire nocturno.

El viento, cual corola, sus senos acaricia
y despliega, acunado, su velamen azul;
los sauces temblorosos lloran contra sus hombros
y por su frente en sueños, la espadaña se pliega.

Los rizados nenúfares suspiran a su lado,
mientras ella despierta, en el dormido aliso,
un nido del que surge un mínimo temblor...
y un canto, en oros, cae del cielo misterioso.

II
¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve,
muerta cuando eras niña, llevada por el río!
Y es que los fríos vientos que caen de Noruega
te habían susurrado la adusta libertad.

Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,
en tu mente traspuesta metió voces extrañas;
y es que tu corazón escuchaba el lamento
de la Naturaleza –son de árboles y noches.

Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo
rompió tu corazón manso y tierno de niña;
y es que un día de abril, un bello infante pálido,
un loco miserioso, a tus pies se sentó.

Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca! .
Te fundías en él como nieve en el fuego;
tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.
–Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.

III
Y el poeta nos dice que en la noche estrellada
vienes a recoger las flores que cortaste ,
y que ha visto en el agua, recostada en sus velos,
a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.

Autor: Arthur Rimbaud

3 comentarios:

calimatias dijo...

La desdichada Ofelia.
A cuenta de las coincidendias le diré que he llevado esa reprodución de Millais durante años como marcador en los libros. Supongo que todavía sigue en alguno de ellos.
Poesía en la pintura y poesía del precoz artista de la palabra. Una y otra se hacen justicia a sí mismas. Si tuviera cerca el Hamlet de Guillermo me leería ese canto de locura y suicidio inducidos por otros.
También pienso en el suicidio del agua, en tantos artistas que han buscado esa fórmula final de justicia o desavenencia.
Le doy las gracias por este poema tan conmovedor,plástico, luminoso y acertado. Creo que Arturo tenía muy presente al personaje de guillermo cuando lo escribió, más que eso, que seguramnte veía en su cabeza ese último gesto, el final, y no le intersaba nada de la Ofelia complaciente, animosa y buena consejera... Él como el pintor ya tenía esta visión ante los ojos y a ella se consagra.
He disfrutado leyendo y recordando.

lemoinestar dijo...

Realmente resulta increíble como se van encadenando las casualidades que pueden llevar a una determinada acción. La historia de esta entrada es una prueba de ello.

El proceso empezó hace ya bastantes días cuando alguien comentó, en el contexto de una conversación que no recuerdo con exactitud, que la “Ofelia de Klimt” era magistral. Hacía mucho tiempo que no me acordaba de ese cuadro y no recordaba tampoco en aquel momento cuál era el nombre de su autor, pero si que me vino a la mente la imagen de Ofelia medio sumergida entre las aguas y tenía claro que ése no era el estilo de Klimt, así es que así se lo dije a la persona que había hecho el comentario y la cosa quedó ahí. Cuando regresé a mi casa, me seguía dando vueltas por la cabeza quién era el autor del cuadro y realicé las oportunas averiguaciones para saberlo con exactitud, la página web en la que entré presentaba el cuadro junto con un fragmento del poema rimbaudiano y entonces decidí que esa combinación sería una buena entrada para este blog, sin embargo, fueron pasando los días y no veía el momento de la publicación, así es que el proyecto se quedó simplemente en eso, en un proyecto.

La semana pasada estuve viendo la película “Las Horas”, basada en la novela homónima de Michel Cunnigham, que narra tres historias paralelas relacionadas con la novela “La señora Dalloway“ de Virginia Woolf. No conozco la obra de esa autora aunque desde hace ya unos meses estoy recopilando información sobre ella puesto que alguien, a quien me une un afecto especial, me comentó que debería leerla porque a esa persona, no sabía porqué razón, Virginia Woolf le hacía pensar en mí (algo que entonces no me sentó especialmente bien porque no me pareció precisamente un halago, aunque luego, una vez comentado con más tranquilidad, resultó ser que sí que había pretendido serlo, pero ésa es otra historia…). Una de las primeras escenas la película, en la que una Nicole Kidman irreconocible da vida a la escritora, muestra el suicidio de Virginia Woolf y cómo se produce éste, cuando se llena los bolsillos de piedras y se adentra en las aguas del río (impresionante, bajo mi punto de vista, el momento en que pierde los zapatos); a pesar de que la muerte de Virginia no tiene otro nexo en común con la de Ofelia que el escenario, la asociación de ideas fue inmediata y pensé que había llegado el momento de llevar a cabo aquel proyecto que fue abandonado en su día.

Y ahora, ud., Calimatias, me dice que ha pensado en todos los artistas que a lo largo de la historia han sumergido las angustias y los desasosiegos que les impedían seguir viviendo entre las aguas, bien sea de un río o del mar… entre ellas otra de mis poetisas favoritas, Alfonsina Storni; creo, pues, que para cerrar el círculo, hoy procede poner algo suyo ¿no le parece?

Ya sé que usted hubiera preferido que pusiera algo de Hamlet… pero por cuestiones de logística y aprovisionamiento no será posible hasta dentro de unos días…

calimatias dijo...

No, no quería que pusiera algo de Hamlet. Era una asociación de ideas. También me acordaba de "El Canto a Teresa", de Espronceda, pero no quería citar. Tenía a Virginia Woolf en la cabeza pero no quise poner su nombre. Hay una foto de ella, de perfil con el pelo recogido en un moño bajo que miro muchas veces. Leí "Las olas" de adolescente y me cautivó el juego narrativo de las voces interiores. Luego leí su "Orlando" y " Una habitación propia". La abandoné un tiempo hasta que compré la biografía de su sobrino, Quentin Bell, y todo volvió a comenzar.